lunes, 23 de febrero de 2015

Porque

Porque sonrío cada vez que te leo.
Porque me siento bien escribiéndote.
Porque una mueca fue la bisagra que me dejó hablarte.
Porque eres  una de las razones por las cuales no tomé en serio algo que en algún momento debió serlo.
Porque me río molestándote y me río cuándo me molestas.
Porque desde siempre hubo un gusto hacía ti -y una permisión amical muy jocosa de poder besarte-.
Porque en realidad  empecé a hablarte cuándo vi que estabas desligada sentimentalmente.
Porque me da cierto temor salir contigo y que terminemos en más que un beso.
Porque ya no quiero empezar por finales ni intermedios relativamente huecos.
Porque no sé si te gusto o te llamó tan siquiera la atención.
Porque me fascina leerte de madrugada.
Porque gracias a ti olvidé cuántos años tenía cuando me titulé.
Porque no sé que pasará cuándo dejes de responder o hablemos no más de 3 líneas.
Porque no sé como pasamos de un apodo a otro -sin caer en un meloso romanticismo-.